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Tuesday, June 09, 2009

Desde Cuba y Pinar del Río:


Mayo 25th, 2009 Categoría: Generación Y 2062 comentarios Imprimir
Cubo y jarrito
Bajo el lavamanos descansa el cubo plástico con el que se baña toda la familia. Hace más de veinte años, las tuberías colapsaron y para usar el servicio hay que cargar el agua desde un tanque en el patio. Cuando llega el invierno, se preparan un baño tibio gracias al calentador eléctrico hecho con dos latas de leche condensada. Ninguno de los niños de la casa conoce la sensación del chorro cayendo sobre sus hombros, pues el agua sólo entra una vez por semana. Nadie puede –entonces– malgastarla en una ducha.
Al ritmo del jarrito que baja y sube se asean la mayoría de las personas que conozco. La depauperación de las redes hidráulicas y los excesivos precios de las piezas de plomería contribuyen al estado calamitoso de las toilettes. Ese momento íntimo y placentero que debe ser el acto de lavarnos el cuerpo se convierte en una secuencia de incomodidades para buena parte de mis compatriotas. Al mal estado de la infraestructura hay que agregarle que para comprar champú y jabón se necesita esa otra moneda con la que no nos pagan los salarios.
Juan Carlos y su esposa conocen bien de sequedades y noches vigilando las tuberías. En su casa, el preciado líquido llega cada siete días y sólo tiene presión para salir por una cañería pegada al suelo. Para esta pareja, el cubo y el jarrito son herramientas imprescindibles sin las que no lograrían cocinar, lavar o limpiar la casa. Tantos años sin poder abrir la pila y enjuagarse las manos los han obligado a desarrollar una metodología que hoy nos explican en estas imágenes. Es una breve demostración que -al decir de mi delgado amigo- “les va causar risa, pero es patético y trágico lo que está ocurriendo en nuestro país”.
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Mayo 25th, 2009 Categoría: Generación Y 817 comentarios Imprimir
“Sentada” blogger
Estoy por creer que la influencia de Internet sobre nuestra realidad es mayor de lo que yo misma pensaba. Después de varios días sin poder conectarnos a la red en hoteles, como el Meliá Cohiba, el Panorama y el emblemático Hotel Nacional, la veda parece haberse levantado. Hoy hablé con las mismas empleadas que hace dos semanas me mostraron la resolución excluyendo a los cubanos del uso de esos servicios en las instalaciones turísticas. Me han dicho que ya puedo volver a comprar la dichosa tarjeta que abre la puerta al mundo virtual.
Quizás suene un tanto jactancioso, pero creo que si no hubiéramos armado el barullo de los últimos días -denunciando semejante apartheid- nos hubieran privado de esa posibilidad de conexión. Sí que ceden cuando se les presiona, sí que tienen que enmendar la plana cuando los ciudadanos alzamos la voz y los medios internacionales se hacen eco. Ya lo comprendimos cuando el caso Gorki y esta rectificación nos confirma que callarnos sólo sirve para que nos arrebaten más espacios. Aprovechemos que ahora dicen que “los cubanos pueden conectarse” y tomémoslo como un compromiso público. Obliguémoslos a cumplirlo y si no, están Twitter, Facebook y los SMS para reclamar cuando vuelvan a echarnos el cierre.
* El lunes, una docena de bloggers hicimos una investigación en más de cuarenta hoteles de la ciudad. Con excepción del Occidental Miramar, todos decían desconocer la regulación que prohibía el acceso de cubanos a Internet.
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Mayo 23rd, 2009 Categoría: Generación Y 2000 comentarios Imprimir
Carapacho duro

La tolerancia hacia quienes ejercían -sin licencia- como transportistas privados había durado demasiado. Durante dos años esta fue la flexibilización más notoria y extendida del gobierno de Raúl Castro, aunque la prensa extranjera prestara mayor atención a la posibilidad de comprar una computadora, abrir un contrato de celular, alquilarse en un hotel o usufructuar por diez años un trozo de tierra. La permisibilidad con los “boteros” incidió más en nuestra cotidianidad que estos nuevos servicios en moneda convertible o que la zozobrada reforma agraria.
El pasado viernes las calles de mi ciudad amanecieron con pocos taxis colectivos, pues nuevas regulaciones les exigen contar con una licencia. Entiendo que las actividades económicas tengan gravamen e inspecciones que las regulen, pero tengo el temor de que esta medida reduzca la movilidad de miles de personas. No estoy hablando de una élite que puede pagar diez pesos cubanos –el salario de una jornada- para ir de Centro Habana al municipio Playa, pues en esos viejos autos se mueven personas de todos los estratos sociales. Desde el estudiante que debe llegar puntual a clases, hasta el jubilado que va a visitar a sus nietos a Mantilla o el músico que da un concierto en un club nocturno.
Los “almendrones” exhiben cualidades de las que el transporte público carece: constancia, una buena frecuencia y acceso a todas las zonas del país. Estos destartalados autos han sido testigos de sucesivos planes para rehabilitar los ómnibus estatales y también han visto como estos parches momentáneos se descosen. Tienen el mérito de haber resistido los estrictos controles, la “mordida” obligatoria que le hacen pagar algunos policías, las limitaciones para comprar piezas de repuesto y el alto precio del combustible. A pesar de todo eso, estos ovalados vehículos mantienen su duro carapacho rodando por la ciudad. Esperamos que su obstinada armazón sea a prueba de choques y de estas nuevas limitaciones.

Mayo 22nd, 2009 Categoría: Generación Y 2053 comentarios Imprimir
Arco iris en la blogósfera

Desde aquel abril de 2007 en que comencé a escribir Generación Y, mucho ha cambiado en la blogósfera hecha desde Cuba. Ahora somos más y el número de los que se esconden detrás de un seudónimo ha disminuido. La comunidad blogger –al menos la parte alternativa- ha logrado unirnos fuera del mundo virtual y una prueba de ello ha sido el Itinerario, que seguimos haciendo cada semana.
Este sábado le tocó el turno a Pinar del Río, a donde nos habían impedido viajar en diciembre los “inquietos muchachos” de la Seguridad del Estado. Wordpress, ese software libre y gratuito sobre el que está montada mi bitácora, fue el protagonista de la jornada de ejercicios que hicimos el fin de semana. También los trucos para colarse en los espacios públicos –hoteles o cibercafés, que es donde tengo mayor experiencia– ocuparon un buen tiempo de nuestros debates. En esa ciudad, al oeste de La Habana, no existe otra posibilidad de acceder a Internet que desde las controladas redes de algunas pocas instituciones. De ahí que entre los temas más discutidos estuvo cómo mantener una frecuencia de publicación desde una provincia tan desconectada, con tan pocos internautas.
Regresé a La Habana con el presentimiento de que la blogósfera alternativa crecerá exponencialmente en los próximos meses. Para mí, que fui pionera en esta ventura, no hay mayor alegría que ver surgir tantos espacios plurales, diferentes, libres.



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