El último electrodoméstico que se distribuyó a través del sistema de méritos, fue un televisor chino marca Panda.
En mi edificio hubo una reunión para entregar diez flamantes equipos dentro de una comunidad que rebasa las trescientas personas.
Algunos vecinos estuvieron a punto de irse a las manos durante la discusión para obtener el aparato, por el que debían pagar cuatro mil pesos cubanos.
Entre quienes se llevaron a casa la pantalla de colores, estaban -casualmente- los más combativos e incondicionales ideológicamente.
Aquellos que no alcanzaron el escurridizo Panda se conformaron pensando que habría una segunda vuelta en la que tendrían mayores posibilidades.
Pero del gigante asiático no llegaron nuevos televisores para alimentar la meritocracia, ni siquiera vinieron las piezas de repuesto con las que arreglar los ya existentes.
Hacer la guardia del CDR o salir al paso a las críticas ha perdido atractivo, pues no parece que la recompensa vaya a ser la asignación de una lavadora, una línea telefónica o un radio portátil.
Los que alcanzaron la última vuelta de electrodomésticos asignados, tampoco están muy felices que digamos. Una buena parte no ha podido cumplir con los plazos de pago, pues la compra del Panda les hizo cargar con créditos mensuales que rebasan un tercio de su salario.
Conozco a una viejita, por ejemplo, que compró el batallado televisor sólo porque tenía la convicción de que iba a morir antes de terminar de pagarlo.
Entre los que creyeron haber recibido una prebenda, afloran hoy las preocupaciones por la enorme deuda monetaria contraída con el Estado. Fueron aquellos que se creyeron beneficiarios de un privilegio, sin percatarse que sólo eran tributarios de un error.
El mecanismo que los favoreció entonces, es el mismo que nos impide hoy comprar un electrodoméstico sin mostrar la moneda convertible o sin contar con una determinada trayectoria política.
Junio 27th, 2009 Categoría: Generación Y 2764 comentarios Imprimir
Nadie escucha
Hemos pasado de un extremo a otro. Hace tres años, teníamos un presidente que hablaba largas horas frente a los micrófonos y ahora contamos con otro que no nos dirige la palabra.
Confieso que prefiero el estilo discreto, pero están pendientes un montón de explicaciones que urge dar ante tanto descontento.
Alguien tiene que pararse a decir por qué fracasó la reforma salarial, la razón que llevó a restarle importancia a la tan necesaria entrega de tierras y los motivos que impidieron estrechar la brecha entre el peso cubano y la moneda convertible.
Un rostro tiene que mostrarse para rendirnos cuenta de en qué quedó la eliminación del permiso para viajar fuera de Cuba, qué se hizo con la repetida consigna de disminuir importaciones o qué camino tomó el dichoso perfeccionamiento empresarial.
La misma voz que en el 2007 declaraba que ojalá hubiera “un vaso de leche al alcance de todos” debe revelarnos ahora el por qué se ha hecho tan difícil poner el preciado líquido en la boca de nuestros hijos.
Ese hombre que hizo renacer las ilusiones entre muchos de mis compatriotas debe expresarse ahora y confesar su fracaso o, al menos, contarnos sus limitaciones.
Espero un esclarecimiento de por qué no se ha aceptado la propuesta de Obama para que empresas de telecomunicaciones norteamericanas provean de Internet a los cubanos.
Demando, como muchos a mí alrededor, una argumentación convincente de por qué no entramos en la OEA o las razones para no aplicar, todavía, el contenido del Pacto Internacional de Derechos Económicos, Sociales y Culturales y el Pacto Internacional de Derechos Civiles y Políticos.
La lista de las preguntas sin respuestas son muchas y esconderse de tantas interrogantes no va a solucionar los problemas. Por favor, que alguien –con respuestas- dé pronto la cara.
Junio 24th, 2009 Categoría:
Los afectados por el último huracán han dejado de ser noticia para convertirse sólo en números en las estadísticas de quienes han perdido sus casas. Ya los políticos no viajan hacia las zonas de desastre para hacerse fotos al lado de los damnificados y los materiales para construir se pierden en el engranaje de la burocracia. Algunos pocos poblados han tenido la suerte de ser la vitrina de la reconstrucción, pero otros –pequeños y desconocidos- siguen mostrando sus casas desechas.
Cerca de Cienfuegos, una familia albergada sospecha que el cemento y la arena para levantar sus paredes ha ido a parar a manos de otros que pudieron pagarlos mejor. A la periferia de La Habana llegan -para edificar sus casas de lata y cartón- quienes se han cansado de esperar a que renazcan sus pueblos de origen. No quieren ser las víctimas del próximo ciclón, porque esos desastres naturales que fueron Ike y Gustav sólo arrojaron luz sobre el otro, sobre el desastre de improductividad e inercia que nos afecta a todos.
Pronto se cumplirá un año desde que miles de casas pasaron a tener como cubierta el cielo. Caletone, un pueblo cerca de Gibara que no aparece ni siquiera en el Atlas de Cuba, sigue sumido en la destrucción. Sus habitantes saben que con la actual crisis económica sería un milagro si los recursos necesarios llegan a sus manos. Han caído en esa zona de nadie provocada por el olvido, por el triunfalismo de la prensa y los vientos –para nada huracanados- de la espera.
Música de Ernesto Lecuona: “Noche azul”
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