Miércoles 6 de mayo
Tendrán que abrírseles los ojos y tendrán que ser como Dios, conociendo lo bueno y lo malo (Gén. 3:5).
Satanás convenció a Adán y Eva para que se rebelaran contra Jehová. Su rebelión fue un ataque directo contra la soberanía de Jehová. ¿Por qué puede decirse eso? Porque cuando Satanás le dijo a Eva que no moriría si comía del fruto prohibido, en realidad estaba insinuando que Jehová había mentido y que, por tanto, no era digno de confianza. Satanás también dio a entender que a Adán y Eva les iría mejor si desobedecían a Dios y se independizaban de él (Gén. 3:1-6). Es obvio que aquella rebelión fue un claro desafío al derecho que Dios tiene a gobernar. Ahora bien, ¿cómo reaccionaría Jehová? Para demostrar que tenía pleno control de la situación, juzgó de inmediato a los rebeldes y dictó sentencia contra ellos. En el caso de Adán y Eva, determinó que no merecían la vida eterna y los expulsó del jardín de Edén (Gén. 3:16-19, 22-24).
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