CRONICA
LA CUBA DE LOS AÑOS NOVENTA
Por: Adela Soto Álvarez
La vida nos depara muchas sorpresas buenas y malas, y como decía Olga Lidia en África que importa una raya más el tigre.Ya me estaba acostumbrando a enfrentar las adversidades del camino.
Ya la piel se acorazaba y el pecho se exprimía hasta dejar de soltar el zumo acostumbrado.Y mientras la humanidad y yo nos debatíamos entre fuertes ráfagas de infortunio, hambre y más hambre, desastres materiales y espirituales, mi terruño al igual que el resto del país se sumía en la peor de las crisis.
La Estatal.Las empresas gubernamentales comenzaron a reducir sus plantillas y los horarios de trabajo.
Cerraban los comedores obreros y se dejó de laboral los sábados. También los trabajos voluntarios y productivos pasaron al olvido, y los que quedaron en sus puestos intocables laboraban solamente de 4 a 5 horas, ocasionando muchas veces paros generales, no por huelga, sino por falta de energía eléctrica y materia prima.
Muchos organismos enviaron al personal sobrante a sus hogares pagándoles el 60 por ciento del salario original, otros fueron puestos a disposición del polvo callejero, vendiendo baratijas en plena vía publica o directos a la agricultura de sol a sol.
Entre estos ingenieros, economistas, licenciados, técnicos y personal simple, pero todos seres humanos y desposeídos de la suerte, ante la caída del Campo socialista.
País que había subsidiado al nuestro por tantas décadas y de pronto nos dejó a la desbandada, sin tener una economía propia y sólida , ni haber sido previsor y guardar pan para mayo.
Pero bueno la realidad era la caída de la economía, del país, y el traspaso urgente a la opción cero. Y así fue como comenzaron las resoluciones, los mandatos y los ponte tu para quitarme yo.
Comenzaron por los centros de producción y administrativos, todos quedaron bajo resoluciones rigurosas y de estricto cumplimento, por lo que los integrantes del Imperio de la Simulación, comenzaron a chocar unos con los otros, y a sobrar en sus puestos de trabajo, pues había que reducir al máximo la fuerza laboral en las plantillas.
Recuerdo que se dijo que estaban infladas, y con la crisis no había dinero para pagar.Otros decían que la realidad estriba en pos de un capitalismo, que parecía el peor de todos. “El capitalismo de Estado”, donde las arcas se enriquecen y el pueblo perece en la miseria. Pero esto lo decían unos pocos, el resto callaba por no perder el mísero salario.
Muchas empresas y organismos del estado para poder reubicar al personal sobrante, acondicionaron locales fuera del centro y los destinaban a trabajos de artesanía, como, jabas de saco de yute y nylon, muñequitas de trapo y hasta un buen número de profesionales con oficios de zapateros, aprovecharon el momento de ejercerlo, y así no desvincularse del centro.
Muchos se enfermaron de tristeza y se les bajó la autoestima al extremo que tuvieron que recluirse en las salas de psiquiatría.
Algunos dejaron de laboral y comenzaron a emprender por cuenta propia, por supuesto con muy poco éxito, el resto aceptaba, y guardaban sus títulos universitarios y técnicos y se pusieron a ejercer el oficio de zapatero remendón entre otros oficios que salieron a la luz ante la necesidad económica y social.
Entre estos condecorados con la medalla de la mala suerte se encontraba mi prima Caridad, que después de pasarse diecisiete años tratando de perfeccionar sus conocimientos contables y de computación de curso en curso, enjuiciada por la parentela más cercana, entre ellos el ex marido que la juzgaba de libertina por llegar todos los días pasada las 10 de la noche, sin comprender que estaba estudiando para adquirir mejores conocimientos y poder solicitar una plaza mejor remunerada.
A mi prima después de citarla para una gran reunión multidisciplinaria, con cuanto jefe existía hasta ese momento, le ofertaron dos opciones, ir a vender productos plásticos a la Terminal de Ómnibus Interprovincial, o ir para el banquillo de los desempleados al 60 por ciento por 6 meses y después a disposición del Órgano del Trabajo.
Como es de esperarse, aceptó la venta pública. Y allí fue a parar como vendedora de galones de plástico vacíos, talco, y salfulmante, entre otras baratijas químicas.
Se le veía de sol a sol con varios cajones frente a los pies, sentada primero en uno de los muros que resguardaban el jardín de la terminal, y al final en una desvencijada silla que le ofertó uno de los limpiabotas del lugar.
Posteriormente le trajeron 3 cajas más con lejía, y cacharros de cocina entre otros. Y cuando terminaba la tarde, recogía todos los productos y los metía en cajones para guardarlos en uno de los locales de la propia terminal, que tuvo que resolver por su propia cuenta.
Así se le veía tarde por tarde arrastrando los pesados cajones, sin ayuda ni consideración de nadie.
Incluyendo la falta de baño, y agua potable, por lo que tenia que hacer sus necesidades fisiológicas en los sanitarios públicos de la propia terminal y tomar del agua caliente de los bebederos públicos que muchas veces carecían de ella, por estar rotos.
El almuerzo se lo llevaba la empresa a la cual pertenecía en una bandeja de aluminio abollada y antihigiénica tapada con un cartón, y todo esto lo tenía que aceptar sin quejarse, pues de lo contrario la juzgaban como desafecta al sistema y adiós empelo y salario.
Mi prima pensó enloquecer después de llorar por casi un mes, pero no le quedó otra alternativa que resignarse y convertirse en un merolico callejero y comenzar a apoyarse en los transeúntes que diariamente pasaban por el lugar, en los mendigos que dormían y vivían allí en los bancos de la terminal, con los delincuentes y carteristas que tenían su lugarcito para sus fechorías diarias, con los negociantes y violadores, en fin hasta con los ladrones y taxistas buquenques.
Todos una mafia de la necesidad y la pérdida de valores, pero los únicos que la acompañaban a pesar de sus profesiones malévolas y sus cargos dentro de la jauría humana.Ella nunca pensó transitar por aquella sociedad tan corrupta, pero no le quedaba más remedio para poder sobrevivir de la crisis.
Después de tantos avatares callejeros, un día me dijo que estaba orgullosa de haber sido vendedora pública en aquel lugar tan inmundo, porque había conocido a personas buenas, ocultas tras la vestimenta de la necesidad de un país sin oportunidades.
También me dijo que se había graduado en la Universidad de la Calle, y que de ahí en lo adelante nadie podía hacerle un cuento porque se la sabia todas.
Incluso a los 8 meses de ese trasiego emocional le ofertaron cambiarla por otra compañera de trabajo y que regresara a la oficina y se negó rotundamente, entonces la llevaron a un juicio laboral acusándola de visnera, y que estaba aprovechando el lugar para corromperse.
Y no era nada de eso, es que se sentía mejor entre maleantes, que en su empresa, ante tanta falsa moral y tantos requisitos impuestos.
Qué cosas tiene la vida, a veces nos adaptamos a las peores formas con una facilidad tan grande que dentro del propio monstruo somos felices y dichosos. Verdad que el ser humano es único.Pienso que el de mi tierra es como una roca ante los disparos de la mala vida y la adversidad.
Posted by Adela Soto Alvarez at 4:02 PM 0 comments
CRONICA
MARIA CATALINA PONTE.
Por: Adela Soto Álvarez.
Además de los niños los ancianos son el otro grupo poblacional cubano que ha sufrido con mayor severidad la miseria en que el régimen ha sumido al país.
Si una década atrás los viejitos parecían atendidos, hoy muchos hurgan en los tanques de basura y tratan de vender los más disímiles artículos o sencillamente deambulan en busca de que les caiga algo en las manos.
Justo cuando realmente deberían estar gozando apaciblemente de su jubilación, rodeados de afectos y atenciones, muchas personas de la tercera edad se encuentran sumidas en la lucha.
Un eufemismo que significa cualquier actividad ilícita, porque casi todo está prohibido para resolver algo que los ayude a la sobrevivencia.
Entre estos ancianos esta María Catalina Ponte, una de las tanta vendedoras de cigarros que diariamente transita las calles de La Habana Vieja, precisamente el Parque de la Fraternidad, en busca de un buen día para poder enfrentar su endeble economía.
Esta mujer nacida dos siglos atrás, dulce y tierna como una amapola, y quien amo desesperadamente la libertad, participando en cuanto proyecto creyó humanitario en la isla.
Incluyéndole la entrega de su vivienda herencia de sus antepasados, para que en el lugar se edificara uno de los tantos hogares para niños desamparados, es hoy una de las vendedoras ambulantes que huye de la policía en las esquinas de la urbe capitalina.María Catalina estudió magisterio en las antiguas escuelas para normalistas.
Impartió clases a niños y mayores, incluso alfabetizó en el año 61 a más de una centena de residentes en las montañas del Pan de Guajaibón.
En cada movilización gubernamental se veía con su sonrisa abierta y siempre al frente del grupo de jornaleros de la escogida de tabaco donde laboró por más de cuarenta años. Fue miliciana, militante, trabajador ejemplar, vanguardia nacional, y obrero destacado en cada análisis sindical.
También fue miembro efectivo del Sindicato de Trabajadores, del Consejo de Trabajo, y del Núcleo del Partido, de donde le dieron baja natural por haber arribado a la tercera edad.
Muchas personas que la conocen se le acercan indagando el por qué nunca la jubilaron, ella triste pero elocuente relata que al llegar a la edad ya no estaba trabajando pues había cese laboral en la escogida y nadie se ocupo de ese asunto, y ella desconocía los pasos a seguir, solamente supo que su expediente lo habían enviado al Órgano del Trabajo, pero por mucho que indagó, nadie supo darle razones del mismo.
Ahora sobrevive vendiendo el azúcar de la cuota normada, y los cigarros, los tabacos y muchas veces el arroz, que de cinco libras que le venden ella vende tres.
-¿Y qué come?- le preguntan-
Ella responde sin prisa que las sobras que recoge muchas veces en las cafeterias y restaurantes de la divisa. A veces hurga en los basureros, porque siempre alguien vota lo que le sobra, y otros recogen lo que les falta.
Todo esto le ha provocado una anemia espantosa, pero ella se piensa un yunque y sigue pregonando sus productos hasta que la muerte venga a hacerse cargo de ella.
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