Suplemento Cultural de Juventud Rebelde
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26 noviembre 2006.
Reencuentro con Alex Pausides .
Norberto Codina.
Después de una decena de poemarios anteriores y más de tres décadas de búsqueda entre oficio y pasión, la aparición de Ensenada de Mora, de Alex Pausides (Editorial Letras Cubanas, 2005), nos lleva al reencuentro con la materia primaria de su poesía, donde están las claves, a veces solapadas o manipuladas, de todo su trayecto vivencial y literario.
Como bien escribió alguien que lo conoce desde entonces, el poeta y crítico Roberto Manzano:
«En Ensenada de Mora la gente habla por boca de Pausides, todos los muertos que antecedieron a Pausides se expresan en su garganta lírica y los que vendrán después, allí, a la orilla de esa costa, a la orilla de esas montañas, en medio de todo ese agolpamiento geográfico al sur de Oriente [...] metió la mano en la infancia, en sus recuerdos de niño y encontró esas gemas vivas...».
Los primeros libros de este autor, fechados en el lustro inicial de los 70, y aparecidos en su momento de forma fragmentaria y en modestas tiradas, se reúnen y amplían en esta compilación, merecedora del Premio de la Crítica 2006.
La profesionalidad de la editora Eliana Dávila, en un quehacer pocas veces reconocido, y el sugerente dibujo de José Luis Fariñas en la cubierta, contribuyen a enaltecer un título que mereció con justeza el único galardón otorgado este año a un poemario.
Aquí nos encontramos con una poesía decantada, algo no común en nuestros tiempos de retórica, modas y antimodas, donde la sencillez, y la vocación de melancolía de una suave y extraña aprensión, se declara al final de la cita de Antonio Machado que encabeza el libro: Tristeza que es amor.
El autor logra tensar los versos, las pausas, las palabras, y va desde la timidez de la forma hasta el desafío entre lo vivido y el futuro.
En Malo de magia, uno de los mejores textos del libro se siente la afinidad orgánica con el Diario de campaña de José Martí, que junto a Vallejo, es la influencia tutelar, escoltados por Machado y otros grandes de la lírica universal.
Otra influencia que veo en Alex es la de ese imprescindible de nuestra generación que es Eliseo Diego, al que le debe no tanto el estilo y la forma, visceralmente vallejianas, sino en lo que Mayerín Bello de manera oportuna define como «el parco consuelo del casi. Toda la nostalgia o sed de lo perdido que invade la poesía de Eliseo Diego, nace de este casi». Lo cual es puntualmente válido para la poesía de Pausides.
En el pórtico del libro, Cintio Vitier se involucra sabiamente al reconocer en el magma de estos versos su diálogo entre continente y contenido, al valorar que «Sus palabras anhelan salir a borbotones de la fuente escondida...».
La voz ahogada por la fuerza de la naturaleza y la naturaleza del alma, ella misma una ráfaga, aquí y allí, la imagen del huracán y la palma, en la fuerza de los elementos y su oposición, contribuyen a que nos acompañen en estas páginas la soledad y la agonía del poeta que el lector celebra gracias a su originalidad y buen dominio del oficio
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