Madrid --
Los presos políticos cubanos, que dormirán esta noche en cualquiera de las 300 prisiones de la dictadura, sufren día a día el rigor del encierro, el hambre y otras penurias naturales de unas instalaciones estalinistas o norcoreanas.
Y padecen un castigo añadido, despiadado y sistemático, fruto de la arbitrariedad, el odio y ciertas patologías de los carceleros.
Parece que algunos de los encargados de mantener entre esos muros infestados a un poco más de dos centenares de opositores pacíficos no están satisfechos. Necesitan que, por encima de la severidad de la pena impuesta en los juicios circenses y entre los renglones de la prosa de cuartel de sus letrados, los hombres que se han enfrentado con valor al régimen cumplan una condena duplicada.
Quieren que el enemigo pague por haber descubierto la verdad y por defenderla. Quieren que quienes actuaron como personas libres en medio del terror, renieguen de la palabra libertad y de sus ecos peligrosos.Por eso, a un hombre que cumple 20 años de cárcel por escribir, Ricardo González Alfonso, le niegan ahora la posibilidad de que hable por teléfono unos minutos con sus hijos y le provocan que le suba la presión arterial y se hagan más graves los padecimientos que ha acumulado en seis años de encierro.Esa es una condena extra.
Como es extra la medida de confiscarle la prensa y textos religiosos a Adolfo Fernández Sainz, Pedro Argüelles Morán y Antonio Díaz Sánchez en la cárcel de Canaleta y obligarlos a hacer una huelga de hambre de tres días para que les devuelvan sus pertenencias.Es parte de esa política confinar en un destacamento con presos comunes enfermo de tuberculosis a los prisioneros Librado Linares, Eduardo Pacheco y Orlando Zapata. Lo es también presionar a delincuentes peligrosos, como hacen los militares en la cárcel de Las Tunas, para que ataquen y golpeen a activistas de derechos humanos como Alfredo Domínguez y José Daniel Ferrer García.Estos episodios pueden estar sugeridos en los manuales carcelarios, pero la iniciativa privada del verdugo, le da los toques finales y el tinte único. Así está inválido y abandonado en la prisión Nieves Morejón, el opositor Orestes Yumar Julién.
Uno de los casos más notorios de condenas ampliadas es el de el periodista Normando Hernández, trasladado hace poco para el Hospital Nacional de Reclusos en La Habana, después de un periplo de seis años por las celdas de castigos en cárceles de Pinar del Río y Camagüey.Hernández denunció que está sometido a un lento proceso de asesinato.En esa nómina de reos sujetos a maltratos de diferentes categoría, donde se incluyen golpizas, están los nombres de Víctor Rolando Arroyo, Ariel Sigler Amaya, Jorge Luis González Tanquero, Nelson Molinet Espino, Eduardo Díaz Fleitas y el médico José Luis García Paneque, entre otros.
La documentación de estos y otros casos, así como la aproximación más responsable y directa de la realidad de Cuba, está en el informe del año 2008 que dieron a conocer desde la isla el Consejo de Relatores de Derechos Humanos y los Círculos Democráticos Municipales.Para los defensores de la democracia, lejanos y enfermos en sus calabozos, todas las condenas y todos los daños. Mientras tanto, los aviones presidenciales de América Latina y otros rumbos, uno a uno, sobre la losa del aeropuerto de La Habana, como si sus conspicuos pasajeros no supieran que la gloria de las dictaduras es humo. Y su fin ceniza.
Nota: Tomado del blog Baracutey Cubano.
Nota: Tomado del blog Baracutey Cubano.
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